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lunes, 9 de marzo de 2020

Ruta al Geositio Apreturas del Almonte - Cabañas del Castillo, Geoparque Villuercas

Subir a Cabañas del Castillo

Las dehesas de BerzocanaDespués de varios días haciendo actividades de educación ambiental en el CRA de Las Villuercas, en pleno Geoparque, el amigo Andrés, profe entrañable y muy comprometido con sus alumnos y la conservación del medio ambiente me invitó a comer a su casa y conocer a su familia. 
Al aparcar allí arriba, en lo alto de la plaza y volver a observar las vistas me sentí de nuevo como en casa. Este pueblo, que me había acogido hace años con las actividades de naturaleza y cultura de Miguel y La Posada del Halcón, el pequeño restaurante rural que llevaba junto con su mujer, siempre me ha hecho sentirme bienvenida, a pesar de su diminuto casco urbano embutido entre los canchos de granito, o quizás por eso. 

Castillo de Cabañas del Castillo.

Después de una agradable comida en casa de Andrés, me indicaron cómo llegar al sendero de las Apreturas del Almonte, una ruta a la que le tenía muchísimas ganas. El día estaba caluroso a pesar de ser febrero, así que llené la cantimplora y allá que me encaminé. 

Comenzando la ruta

Avanzando desde la plaza hacia donde estaba La Posada del Halcón, en dirección Norte y dejando el castillo a mano derecha, se sale enseguida del pueblo y comienza el sendero entre paredes de piedra de las fincas. Algunos robles y encinas bordean el camino y dan sombra con sus poderosas ramas, creando un ambiente muy acogedor mientras se baja en dirección a las Apreturas del Almonte. Huele a tierra recién labrada, las abejas ya están entusiasmadas con las primeras flores y se oye trinar a herrerillos, carboneros y petirrojos con felicidad. 

Después de unos cientos de metros el camino se estabiliza, gira hacia el oeste y la vegetación cambia. Ahora son pinos los que alfombran el suelo con sus agujas y susurran con cada soplo de viento, acompañando sus cantos con el repicar de algún carpintero. 

En un recodo, se dejan ver algunas de las formaciones geológicas que caracterizan a este geositio, con sus cuarcitas armoricanas afiladas, formando el llamado relieve apalachense. Es en este sitio donde el río Almonte, con cierto caudal ya, huye de la anticlinal del Almonte-Navezuelas y se escapa hacia las llanuras del Tajo, donde desemboca.

 

Ranunculus sp

Bajo los pinos encontramos alguna vegetación interesante, como estos ranúnculos, (Ranunculus sp.) o los narcisos (Narcissus triandrus), restos de la flora artoterciaria, es dedir, flora que ha sobrevivido hasta nuestros días desde el Mesozoico... antes de las glaciaciones y de que las temperaturas subieran y descendieran las precipitaciones. Era una época mucho más húmeda y un poco más fresca, en la que también evolucionaron otros géneros como Pinus, Quercus, Fagus, Betula, Alnus y el resto de géneros que hoy conocemos como componentes principales de la flora del reino Holártico

Narcissus triandrus


Tras el bosque de pinos encontramos otro tipo de vegetación que nos indica que ya estamos bastante abajo y casi hemos cambiado de piso bioclimático: alcornoques mezclados con encinas, formando un dosel lleno de líquenes y apenas sin arbustos en el que da la impresión de que te vas a encontrar un velocirraptor en cualquier momento. 


Tras el puente. 

El sendero ha perdido ya inclinación y es casi plano, serpenteando por las estribaciones de la umbría. La temperatura desciende, las tardes todavía son cortas y aún se siente el recuerdo del invierno. 

De repente ya se escucha el agua y en seguida podemos ver delante de nosotros un pequeño puente de piedra. Uno casi espera ver escondido un troll debajo, esperando camuflado con su piel rocosa a que pases para pedirte el peaje con un garrote de madera retorcida hecha a partir de una rama de alcornoque. El río es cristalino y se pueden adivinar pececillos y algún que otro tritón haciendo sus cosas de anfibios. A los lados del río crecen zarzas que en agosto seguramente estarán cuajadas de moras; me lo apunto mentalmente para volver este verano. 

Al llegar al puente no hay que dejarse engañar: apetece cruzarlo en busca del travieso troll, pero la ruta no es por ahí, sino que continúa hacia la izquierda, bordeando el río Almonte que ya empieza a tener cierto carácter juguetón. 

Más adelante, tras cruzar un prado de helechos donde casi se puede perder el sendero, encontramos uno de las decenas de antiguos molinos harineros que hay en este río. Aquí es donde comienza una de las rutas de los Molinos del Almonte, que acompaña el recorrido del río a su salida de las sierras de las Villuercas. Aguas abajo de esa ruta hay otra ruta mucho más desconocida que recorrí hace unos años. 


Un poco más adelante empezamos a vislumbrar lo que son las verdaderas Apreturas del Almonte: rocas tan duras que ni siquiera la fuerza de este río casi recién nacido han podido doblegar. 


En este lugar podemos observar las capas de los estratos  en forma casi vertical: esto quiere decir que la corteza terrestre ha sufrido presiones enormes que la han hecho terminar de esta forma. Estas cuarcitas pueden ser muy resbalosas con lluvia o con niebla, y hay que tener cuidado también con los charcos que encontraremos por el camino. 


Junto al arroyo encontraremos preciosas praderas con narcisos, esta vez de otra especie, Narcissus bulbocodium ssp validus. Esta especie también es bastante antigua y se restringe a lugares húmedos, con cierta altitud y precipitaciones. 


Por desgracia, a pesar de que el camino estaba bastante limpio, encontré varios residuos humanos arrastrados por la corriente. Esto refleja que aún hay mucho que hacer en cuanto a educación ambiental, como en todas partes. Espero que los niños con los que he trabajado esta semana sean la semilla de una nueva sensibilidad en la zona y estas imágenes sean cada vez menos frecuentes. 

A pesar de que la luz se me iba acabando rápidamente, aún conseguí ver los fantásticos paisajes del Geositio Apreturas del Almonte: el buzamiento vertical con los estratos de cuarcita afilados hacia arriba, como dientes que hubieran desgarrado el paisaje en una lucha de fuerzas gigantescas que habían formado este impresionante farallón. 



 Después de pasar estas impresionantes formaciones en las que, de haber sido más temprano, habría podido observar aves rupícolas típicas de estos paisajes, el río Almonte se tranquiliza un poco para continuar su viaje en dirección al río Tajo en medio de otros asombrosos paisajes. 

domingo, 4 de diciembre de 2016

11 consejos para ser un excursionista sostenible

Ahora que empieza el buen tiempo, muchos de nosotros vamos a aprovechar para salir de ruta con los amigos, comer en el campo con la familia, o visitar un parque natural. ¿Eres respetuoso con el entorno? Con estos sencillos consejos reduces tu impacto y puedes realizar tu excursión con seguridad y tranquilidad.
  • Debes llevar ropa y calzado cómodos, de colores oscuros (para no espantar a los animales que queramos observar, ni atraer insectos indeseables, a los que les gustan los colores brillantes o reflectantes, como el amarillo, el blanco, el naranja y el rojo); además, deben ser adecuados a la estación y a la meteorología. También es buena idea llevar la cabeza protegida por una gorra o similar. Sin embargo, si vas a hacer una ruta de alta montaña sí que es recomendable llevar alguna prenda llamativa por si tenemos algún accidente y necesitamos ser localizados desde el aire.
  • Asegúrate de llevar al menos un litro de agua por persona, sobre todo si vas a la montaña o a algún lugar aislado.
  • Avisa a familiares o amigos de que vas a salir, la ruta que vas a seguir y el tiempo que piensas estar. Lleva siempre el móvil cargado, y si es posible, con alguna aplicación de emergencia, como Alpify por ejemplo.
En la alta montaña existen más riesgos. Es conveniente ir bien equipado.
  • Lleva un pequeño botiquín. Una pomada con corticoides para picaduras, un desinfectante, gasas y tiritas, y una pequeña venda elástica serán suficientes. Puedes añadir algunas cosas más. Y recuerda, si tienes alguna alergia, lleva tu medicación.
  • Es muy recomendable que lleves unos buenos prismáticos y alguna guía de campo. Observar aves y otros animales es una buena actividad para practicar en la naturaleza, incluso si vamos con niños.
  • No toques nunca un anfibio con las manos desnudas. Puede causarte alguna reacción alérgica y, además, la grasa y la suciedad que puedas tener en tus dedos afectan gravemente a estos animales, ya que muchos tienen la piel muy delicada y la utilizan para obtener oxígeno del aire. Sería como tocar el interior de un pulmón con las manos desnudas. Si no tienes más remedio, utiliza guantes de material plástico.
  • No hagas mucho ruido. Puedes molestar a animales invernando (como los murciélagos) o nidificando (como las aves). Además, espantarás a la mayoría y no podrás observarlos en su medio. Modera el tono de voz y el de tus compañeros, y disfruta de los sonidos que te rodean: un curso de agua, un herrerillo que llama…
  • No arranques hojas o flores; mejor fotografíalos. Así podrán seguir su ciclo de vida y serán observados por otras personas que también podrán disfrutarlos.
Recuerda que el mejor disparo es el de la cámara. 

  • No dejes rastro de tu paso. Llévate siempre la basura de vuelta contigo, y si encuentras algo, recógelo aunque no sea tuyo. La mayoría tardará miles de años en desaparecer.
  • No hagas nunca fuego fuera de los lugares adecuados para ello, y respeta el periodo seco en el cual está completamente prohibido por el alto riesgo de incendio que supone. No tires colillas, aunque creas que están apagadas: además de ser un peligro, desprenden sustancias nocivas para el medio ambiente.
  • No te salgas de los senderos marcados; puedes perderte y además puedes destruir plantas y pequeños animales, así como sus hogares.Si quieres ir más seguro, puedes llevar un pequeño kit de supervivencia.


Y recuerda que lo mejor es actuar con sentido común, aunque sea el menos común de los sentidos.


Este artículo ha sido trasladado desde una revista sin escrúpulos por su autora (es decir, yo) al no haber recibido contestación alguna de la organización ni de su director Josep M. Rosell de por qué se ha dejado de pagar mi trabajo en revista Ecogestos, hacer caso omiso de todos mis intentos de contacto y seguir usando mi material no remunerado. 

Por todo esto, he decidido trasladar todo el material de mi producción a mi blog, que es de mi propiedad . Es una injusticia que dejen de pagar por tu trabajo. Pero es aún más desagradable que lo hagan sin mediar una palabra, sin dar una justificación, y que además, sigan usando tu material

No se puede trabajar gratis por varias razones: 
  • Por respeto a la profesión y por el valor intrínseco de tu trabajo. 
  • Porque crear material original y auténtico en la red exige un esfuerzo, una habilidad, una formación y un tiempo en el que has tenido que comer y beber, pagar facturas, dejar de estar con tu familia, etc: es decir, que el material no sale de la nada
  • Porque no sólo afecta al que lo hace, que pierde dinero y reputación, sino que se extiende sobre otros profesionales que deben aceptar peores pagos y condiciones.

    miércoles, 16 de noviembre de 2016

    Ruta de Isabel la Católica en el Geoparque Villuercas

    Muy tempranito aparco en Cañamero para encontrarme con Ana y María, quienes me acompañarán para guiar esta ruta interpretada de senderismo. 

    La primera parada la hicimos en la Cueva Chiquita, uno de los numerosos aguardos que el hombre del Calcolítico tenía en la zona; nos desviamos hacia la piscina natural de la Nutria (Cañamero), para ver las pinturas rupestres que se conservan en este aguardo. 

    Visitando las pinturas rupestres de la Cueva Chiquita,
    junto a la piscina natural de Cañamero

    Descanso en la Cruz de Andrade
    Luego cruzamos el río Ruecas sobre la represa que se cierra en invierno para formar la piscina natural, subimos por el desfiladero del Ruecas, un importante geositio del Geoparque Villuercas, lleno de icnofósiles (en casi cada escalón de piedra se podían apreciar crucianas) y bordeamos el embalse del Cancho del Fresno bajo unos pinares que apenas se agitaban en el día caluroso. Después de un kilómetro o así, nos desviamos para subir hacia la Cruz de Andrade, junto a la cual tuve la suerte de encontrar restos de la presencia de nutrias, a pesar de estar ya a una considerable altura y distancia desde el embalse. Allí nos hicimos los selfies casi obligatorios mientras tomábamos aliento antes de la subidita que nos quedaba hasta el Melonar del Fraile

    El calor apretaba; parecía mentira que el fin de semana anterior había hecho el primer frío de este otoño, pues ahora estábamos cerca de los 30  grados. La cuesta se iba empinando cada vez más y empezaron a aparecer árboles de nuevo; esta vez eran encinas y luego, a más altura, algunos robles. Me quedé atrás para acompañar a un par de chicas que estaban algo mareadas, pero llegaron sin problemas hasta el Melonar del Fraile, donde nos esperaba a la sombra el grueso del grupo. Algunos hicieron al broma de "Pues yo no veo ningún melonar" o "¿Aquí se plantaban los melones?" pero nadie se preguntó por el origen del fraile. 
    Vistas desde el Melonar de los Frailes

    En la comarca, a los canchales o pedrizas que se derrumban ladera abajo, fruto de probables minerías neolíticas en muchos casos, se los llama melonares sarcásticamente, de ahí el nombre de este alto desde el que se domina el desfiladero del río Ruecas. 

    Descanso en el melonar
    Tras el pequeño descanso, continuamos la subida hasta que alcanzamos el castañar donde está el Castaño del Abuelo, el punto más alto de la ruta a 980 msnm. Unamuno dijo cuando visitó la zona que Subimos a Mirabel, dependencia del monasterio, y bajamos de allí por medio de uno de los más espesos y frondosos bosques que en mi vida he gozado. Jamás vi castaños más gigantescos y más tupidos". Este castaño ya fue citado en el año 1353 como hito de demarcación de Guadalupe, por lo que se le calculan más de mil años. A pesar de que hace un par de años le prendieron fuego, el Castaño del Abuelo sigue vivo con sus 12 m de diámetro medidos a la altura del pecho. 

    Rodeamos la valla cinegética que rodea este castañar y nos sentamos a los pies del venerable anciano para comer. Muchos aprovecharon para recoger un buen puñado de castañas que asarán como se hace tradicionalmente en otoño. La castaña es uno de los frutos secos más nutritivos, con un alto porcentaje de hidratos de carbono, y muy bajo en grasas, a diferencia de otros, por lo que es tradicionalmente muy utilizado en las regiones de montaña donde crecen desde que los romanos probablemente los trajeron. 

    Después de la comida y el pequeño descanso, continuamos la marcha, ya casi todo bajada, por los bosques de castaños hacia Guadalupe. 

    Descenso tras la comida hacia Guadalupe

    Tras la última fase de esta ruta, en la que nos detuvimos brevemente en la ermita de Santa catalina, uno de los puntos más importantes en esta vía de peregrinación a Guadalupe, llegamos al pueblo cinco horas más tarde. Habíamos recorrido 15 kilómetros en ruta lineal, menos mal que el bus nos esperaba allí para llevarnos de vuelta. 

    lunes, 31 de octubre de 2016

    Visita a explotación caprina y quesería en Navalvillar de Ibor - DOP Los Ibores


    Luis el pastor, propietario de un rebaño de cabras veratas en la localidad de Navalvillar de Ibor, en el Geoparque Villuercas-Ibores-Jara, se levanta temprano para atender a sus cabras. Ahora estamos en época de parideras, por lo que no es raro que al llegar con la fresquita se encuentre un nuevo cabritillo saltimbanqueando por el cercado.


    Le acompaño al cercado donde tiene a las cabras que están a punto de parir y comprobamos que hay un cabritillo mojadito y rebozado en tierra que sigue a su madre con pasos temblorosos en busca de leche. 

    -Este no tiene más de una hora. Cuando bajé a buscarte, aún no había nacido -me dice entre orgulloso y feliz. Casi parece un milagro que un animalito que acaba de salir del vientre de su madre ya sea capaz de corretear y de seguirla a donde vaya.

    Cabra verata con capa carrillera 
    Los demás pequeños nos miran desde las rejas que los agrupan de dos en dos. Luis me explica que como muchas cabras tiene dos, los primeros días los junta para que duerman con la madre y los atienda por igual. 

    -Si los dejo sueltos, están de aquí para allá y es un desmadre. Y al final, la madre no los atiende y se queda alguno escuchimizao

    A las demás cabras adultas las hace pasar a la nave, donde les echa un poco de comer para ordeñarlas y conseguir la preciada leche de cabra con la que más tarde elaborará sus  quesos. Y no son quesos cualquiera: son quesos de cabra verata con Denominación de Origen Protegida "Los Ibores". Sin duda, uno de los mejores quesos que he probado en mi vida.

    Las cabras veratas son una raza autóctona en peligro de extinción, por lo que está protegida, proveniente de la comarca del valle de La Vera, en Cáceres. Son cabras normalmente negras u oscuras, aunque también las hay retintas con diferentes degradaciones entre los dos colores o con manchas blancas, y cuernos de tipo prisca (es decir, cono enrollados sobre sí mismos). Manteniendo rebaños de las razas autóctonas se hace una gran labor de conservación genética, ya que estas razas se han ido desarrollando a lo largo de cientos de años y son las que mejor se adaptan a sus lugares de procedencia. 

    Ahora que están en época de parideras, Luis las tiene en el cercón, pero habitualmente las deja sueltas para que aprovechen los recursos del monte, en invierno en las dehesas junto al pueblo y en verano en pastos más altos, cruzando la sierra hacia las lomas de más al norte. 

    Después de ver las preciosas cabras, bajamos a la quesería. Nada más entrar en "La Flor de las Viguillas" se percibe ese inconfundible olor a leche fermentada, y levemente a establo y a cabra. Es una quesería pequeña, que atiende él solo de manera artesanal. Cuando saca uno de sus quesos de la cámara donde terminan su maduración de 60 días como mínimo, lo aprieta con el dedo para ver si está en su punto y frota la cáscara con un trapo. El queso es totalmente artesanal, hecho con mimo y con el tiempo necesario para que tenga todas las características y la gran calidad de esta Denominación de Origen. 

    Usando un cuchillo afilado lo abre, corta una cuña de color marfil y me la ofrece. La huelo casi como si fuera algo sagrado, y pruebo un pedazo.

    Si queréis saber lo que pasó a continuación, no os podéis perder la Ruta con cata del Queso de los Ibores que hacemos la semana que viene dentro de las actividades de Geosabor en el Festival de la Geodisea de las Villuercas. El día 5 de noviembre os esperamos en Navalvillar de Ibor a las 11:30 para ir a visitar a las cabras del señor Luis, dos queserías y catar todos los tipos de quesos que se hacen en esta Denominación de Origen de Los Ibores. 

    miércoles, 4 de mayo de 2016

    Verde que te quiero verde - Ruta de Los Molinos del Río Almonte

    Un viaje al pasado, cuando apenas se rompía el silencio de la naturaleza si no era por los usos tradicionales del río Almonte a su paso por las Villuercas bajas: los molinos, mudos testigos de un pasado no tan lejano, extremeño y natural.




    Molino del Tío Venancio. Río almonte (Aldeacentenera)

    Ven a disfrutar del Slow Travel en un lugar que te transportará a las raíces de nuestra tierra y te conectará con lo más profundo de su esencia.

    Molino del Tío Teodoro. Río Almonte (Aldeacentenera)

    sábado, 26 de marzo de 2016

    Ruta por Monfragüe y avistamiento de aves



    ¿Planes para el finde que viene? Ruta Slow Travel en Monfragüe, viendo joyas como alimoches, avión roquero, chova piquirroja, roquero solitario... y por supuesto CIGÜEÑA NEGRA, BUITRE NEGRO Y LEONADO y otras muchas especies posibles, incluso hay posibilidad de avistar algún mamífero como garduña.

    Ruta guiada por las fuentes de la umbría y avistamiento con telescopios, prismáticos y guías de aves en el Salto del Gitano, con una guía experta que ofrece explicaciones tanto del entorno como de las aves y la vegetación que lo componen.

    El SLOW TRAVEL consiste en hacer rutas para todos, familias con niños, grupos de amigos, etc, en las que lo principal no es el número de km recorridos, sino la calidad de éstos. Se trata de viajar conscientemente, experimentando y disfrutando las sensaciones del camino

    ¡Te esperamos!

    martes, 15 de marzo de 2016

    Ruta por el Azud del Guadiana en el día del Padre





    Este finde que viene, por el día del Padre, tenemos rutita por Badajoz. Encontraremos muchas aves, anfibios, huellas... además de disfrutar de una mañana nubosa que hará que las fotografías tengan una luz muy agradable sin contraluces duros. 

    ¿Te animas? Tráete A TU FAMILIA, un piscolabis para la mañana, calzado adecuado, un pequeño chubasquero por si acaso, prismáticos, guía de aves, libreta.... y todo lo necesario para un agradable paseo por el río con nosotros. 

    El precio incluye guía ornitológica, seguro de responsabilidad civil y explicaciones didácticas para la interpretación del medio. 

    miércoles, 9 de marzo de 2016

    FIO 2016 con Rutas por Extremadura












    El fin de semana que viene estaré con mis compis Miguel y Nuria de Rutas por Extremadura en la FIO 2016, en Monfragüe. Nos podrás encontrar en el stand del Geoparque Villuercas, o en la zona de networking el viernes. 

    El sábado y el domingo andaremos haciendo rutas por Monfragüe. En concreto, yo voy a guiar la preciosa ruta de las Fuentes de la Umbría, el sábado 12 por la mañana, con temática botánica y pajaril sobre la vegetación de la umbría y las características que posee, la comunidad de aves que la habita y las especies más emblemáticas que nos vamos a encontrar. va a ser una ruta sin grandes esfuerzos, corta y divertida. 

    Si quieres venir conmigo, sólo tienes que hacer tu reserva, traerte unas botas adecuadas (de montaña, que no sean recién compradas) y un bocadillo. Por supuesto, si tienes guía de aves, prismáticos, etc, ¡siempre son útiles!


    Anímate y ven a disfrutar de una agradable mañana en una original ruta en nuestro Parque Nacional de Monfragüe. ¡Te espero!

    sábado, 18 de octubre de 2014

    Domingo de barranquismo - Madeira


    Y después de la playa del sábado... ¿a quién no le apetece un poco de barranquismo?


    Cuando nos levantamos llovía a mares. Estuvimos mirando el teléfono continuamente por si se cancelaba la aventura. Pero no se canceló. Al llegar a la parada de autobús de Campo da Barca, allí ya estaban Pedro, Sandra, Pepe y el monitor montados en el Defender rojo. 

    Tras atravesar la isla hacia el oeste, llegamos a Paúl da Serra, en lo alto de la zona oeste de la isla. Allí arriba estaba todo lleno de laureles y ericáceas, pero muy bajitos, debido a las condiciones de viento que deben de azotar esa zona tan alta. Allí nos equipamos y bajamos 50 minutos de levada (con truchitas lindas que corrían y saltaban a nuestro lado!!) hasta el principio del descenso. 


    Allí ya nos ajustamos los areneses, nos dieron los consejos de seguridad y algunos hicieron sus primeros saltos al vacío... yo preferí bajar haciendo rapel. 


    La lluvia arreciaba pero se estaba bien. Mojados estábamos pero mientras te movías no se sentía tanto el frío. Rondaríamos los 20 grados. 



    El lugar era precioso. Largas piscinas cubiertas por dosel de ramas, cañones estrechos con las paredes llenas de musgo y helechos, zonas que no podríamos haber visto si no era de aquella manera. 5 rapeles, piscinas de agua helada con doseles verdes, saltos y naturaleza increíble.






    Pasé frío y me hice daño, pero lo repetiría sin dudar. 



    NOTA: Todas las fotos y el vídeo son de Pedro, nuestro compañero de la SPEA en Cabo Verde, que vino a hacernos una visita y propició esta aventura. Obrigadinha!! 

    jueves, 13 de octubre de 2011

    Entre Martines y Martas. Ruta baja de los Molinos del Almonte.

     Entre Martines y Martas. 

    Nueva ruta, esta vez por las Extremaduras indómitas, esas Extremaduras aún por explorar, y que conservan la belleza de las cosas salvajes, una belleza fuerte y desgarradora que inunda el alma del explorador y conmueve lo más profundo. Creo que algo así tuvieron que sentir los grandes descubridores de América.

    Esta vez, nos internamos aguas abajo en el río Almonte, Aldeacentenera, en busca de las raíces de un amigo de esta zona.  En busca del molino que fue de su abuelo, y donde se crió su madre no hace tanto.

    Capítulo 1.  El Río Almonte.

    Hicimos un pequeño esfuerzo y nos levantamos al amanecer, para no llegar muy tarde al río Almonte, en su paso bajo el puente nuevo. Dejamos el coche en el apartadero, en la margen izquierda, cerca del antiguo vado y echamos a andar junto a la corriente, río abajo.

    Río Almonte, tempranito por la mañana

    Primero tuvimos que buscar un lugar entre los rollos del río para poder cruzar, ya que la primera parte de la ruta transcurre por la margen derecha. A todo  esto, no hay indicaciones ni nada: sólo seguimos las rutas abiertas por el ganado y los pescadores, que son los únicos pobladores de estas zonas.

    Justo cuando alcanzábamos la otra orilla, vimos nuestra primera pareja de  martín pescador (Alcedo attis) volando con su brillante plumaje verde esmeralda a la pálida luz de la mañana brumosa.

    Lo sé, es pequeña y borrosa... pero estos bichos corren que se las pelan

    Andábamos despacio,con cuidado de no levantar la voz, y observábamos los primeros petirrojos (Eritacus rubecula) de la temporada que deben de acabar de llegar. Estos migradores vienen del norte a pasar el invierno en nuestras dehesas, y a ponerse gorditos y prepararse para la crianza. Los petirrojos se cruzan con los papamoscas cerrojillos (Ficedula hipoleuca) que bajan al sur huyendo de nuestros fríos invernales. No pude afotar al petirrojo que no dejaba de marcar nuestra posición con su canto aflautado.

    Papamoscas cerrojillo (fijaos en la mancha característica)

    Tarabilla adormilada
     A la altura de la primera pesquera, donde se divide el río para desviar un cauce de agua para el molino, una tarabilla pensativa (Saxicola torquata) parecía admirar las luces mortecinas de la mañana temprana, mientras nosotros buscábamos un lugar para pasar al medio entre los dos cursos de agua. Entrábamos en los dominios del molino de Tío Venancio, el primero que se encuentra río abajo desde el puente del río Almonte. 


     Capítulo 2. Entre los pastores de árboles del Tío Venancio.  

    Una vez ganado el terreno entre el cauce desviado y el río, que según las leyes antiguas es terreno propiedad del molinero, echamos a andar por en medio de lo que se suponía había sido el huerto del Tío Venancio. Los árboles de aquel huerto tenían un diámetro y una altura increíble; parecían ents durmientes, a la espera de un nuevo mago que combatir... Se trataba de una dehesa de fresnos (Fraxinus angustifolia), la cual es bastante infrecuente en Extremadura.  

    Yo en el regazo de un primo ibérico de Bárbol



    Se podía sentir la vitalidad de aquellos vetustos árboles y recordé una frase del hobbit Merry, en el Señor de los Anillos: "¿Te acuerdas del Bosque Viejo, donde acaban los Gamos? Cuenta la tradición que algo en el agua los empujaba a crecer altos, y a cobrar vida. Árboles que susurran, hablan entre ellos y pueden moverse."

    Bosque Viejo del tío Venancio
    Mientras atravesábamos aquel estupendo huerto, rodeado de agua por ambos lados, vimos una collalba, creo que gris (Oenanthe oenanthe) enredando entre las ramas de uno de los ents. Pero fue complicado verla claramente, porque era muy esquiva y no queríamos espantarla, ni perturbar a aquellos vetustos habitantes. Casi podíamos sentir el susurro de los árboles. La antigüedad de aquellos pies nos dejaba asombrados a cada paso; el aire que se respiraba casi olía a sagrado, a veneración.  De muchos de los árboles caían verdaderas barbas de líquenes (Pippin habría dicho: "¡Mira todas esas barbas y patillas que se arrastran! Desaliñados. No alcanzo a imaginar qué aspecto tendrá aquí la primavera, si llega alguna vez; menos aún una limpieza de primavera").

    Cruzamos una cerca de piedra para poder continuar nuestro camino, ya que el sendero que transcurría junto al río estaba invadida por las zarzas. No tiene mucha pérdida: solo hay que seguir aguas abajo, entre los dos cauces (el del río y el del molino). Un ratito después encontrábamos la primera casa del molino de Tío Venancio (allí en el pueblo, todas las personas con una cierta edad son llamadas con el título "tío" o "tía", independientemente de que exista o no algún tipo de parentesco real).  

    En total, había unos cuatro habitáculos; sospechamos que uno sería la cocina, otro la casa, algún tipo de almacén y unas cochiqueras que se conservaban muy bien. Estos eran los módulos "habitables", podría decirse: donde se hacía la vida. 

    Cochiqueras del tío Venancio

    Si se continua río abajo, podemos encontrar las construcciones del molino propiamente dicho. 

    Molino del tío Venancio
    Como puede verse, el molino está muy bien conservado. Sólo faltan los tejados, que eran de madera y tejas, y que están derrumbados en su totalidad. No es muy peligroso adentrarse en ellos, si no se toca nada. En la foto de abajo puede verse cómo debería llegar el agua por el cauce de la derecha, girar 90º y entrar en el molino por dos conductos, para mover sendas piedras de moler. 

    Disposición del molino del tío Venancio.

    Al llegar al molino, nos asomamos desde la terraza natural para ver el río: nuestra sorpresa fue enorme cuando descubrimos a otra pareja de martines pescadores, a tan sólo tres metros por debajo de nosotros; fue intentar sacar la cámara, y desaparecer con su vuelo fugaz y su brillo azul-verdoso. El río allí hacía un remanso y estaba muy calmado. El bosque en galería que nos rodeaba creaba una atmósfera casi mágica.

    Entramos en el molino del tío Venancio y encontramos las piedras cubiertas de hojarasca y ripios. Cualquiera diría que estas piedras giraban gracias al movimiento que les transmitía un largo eje, movido por unas palas desde abajo con la fuerza del agua desviada del río que venía por el cauce que veníamos siguiendo. Sólo con ver las dimensiones de la piedra y su peso, y la profundidad hasta la que se introducían los álabes da una idea del estruendo que tendría que haber en aquella habitación, con las dos ruedas de molino girando para hacer harina. Imagino el olor del trigo molido, el sonido del roce piedra-con-piedra, y el estruendo de la fuerza del agua en las acequias, el chirriar de las compuertas de hierro, la actividad del molinero acarreando sacos de grano y de harina, las conversaciones, la luz que entraría por las ventanas... parecían fantasmas de un pasado que realmente, no es tan lejano. Una inscripción en un lucido de una pared tenía garabateado el año 1953. 

    Eje visto desde lo alto de la piedra

    Álabes semienterrados y el eje que transmitía
     la energía motriz del agua a la piedra del molino

    Piedras de molino

    Nos sentamos a comer algo y a descansar en la puerta del molino, a la sombra de un árbol-ent que se había vuelto "arbóreo" cantando, o gritando, quién sabe.

    Ent cantando

    Mientras nos acomodábamos sobre los canchos que afloraban por todos sitios, muchos cubiertos de agradable y blandito musgo, escuché un ruidito que provenía del árbol cantante. Cuando la vi salir, pelirroja, con sus orejas de ratón de dibujos animados, su larga cola peluda y su carita de fisgona, con una expresión descarada que hacía más gracia aún. ¡Se trataba de una Garduña, Martes foina! Rápidamente alcancé la cámara para que le echase una foto, ya que estaba en mejor posición que yo, pero tras mirarnos y olisquearnos, decidió que no quería ser amiga nuestra y se marchó. Tan sólo pudimos conseguir esto: 

    Martes foina, garduña.

    Lo sé, no es mucho, pero os puedo decir que era una garduña seguro, aunque al principio pensé que era una marta (Martes martes), sin recordar que las martas viven en el norte de la península Ibérica. Además, se supone que es un animal muy adaptable, que no tiene problemas para vivir en ambientes rurales (molinos y ruinas por ejemplo...). 

    Fue emocionante. ¡Mi primer mustélido (vivo y salvaje)! A la pobre debimos de despertarla, ya que las garduñas son animales muy nocturnos. Cuando nos asomamos al árbol-ent descubrimos que era parada suya habitual, pues lo tenía bien marcado por todas partes con excrementos y restos de sus presas. 

     Capítulo 3. En busca de las raíces. El Molino del abuelo Teodoro. 


    Tras el descanso y la emoción del encuentro con la garduña, continuamos la ruta. En este punto se hace un pelín difícil, ya que no tiene pinta de haber sido transitada desde aquí desde hace mucho, mucho. Matorrales y zarzas cortan un poco el paso aquí y allí, pero se pueden apartar fácilmente, siguiendo el camino de cabras que serpentea junto a la orilla del río. Poco después nos encontramos un cráneo y restos del pelaje y los huesos de un jabalí (Sus scrofa) muy bien conservados, que confirman su presencia por estos parajes junto con los agujeros escarbados que vimos cerca de algunos arbustos, probablemente para buscar tubérculos. 

    Mucho más adelante la vegetación se abre. Encontramos la pesquera del abuelo de mi amigo, donde dice que pescaba con redes desde una barquita. Parecía bastante profunda. Me contó que los molineros se ganaban  realmente la vida con el huerto y lo que sacaban del río. 
    Tras un trecho que me pareció infinito, vimos el desvío del río hacia el cauce que lo conducía al molino. Cruzamos una pradera donde pastaba un rebaño de vacas que nos miraron un poco antes de seguir a lo suyo, y nosotros nos metimos en el cauce para ir a la sombra de los ents que vivían en el huerto del abuelo Teodoro.  

    Pronto encontramos las casas. Había un chozo redondo, en cuyo interior aún sobrevivían los restos de una chimenea, incluso con una sartén colgada, una carretilla y algunos útiles que me hicieron sentir la presencia de los antiguos habitantes del molino. Miré a mi alrededor y admiré el paisaje. Verdaderamente me hacía sentir pequeña. Las colinas estaban cubiertas de una dehesa asalvajada entre la que se veía asomar enormes canchos de piedra caliza. No  se veía una torre de luz en ninguna parte del horizonte. No se escuchaba ni siquiera el rumor de la carretera. No había basura de domingueros (tan omnipresente en nuestros campos, por desgracia). Y no había ni rastro siquiera de los rastros de los aviones en el cielo. 

    Tan solo se escuchaba el piar de los pájaros, el viento en las copas de las encinas y el chirriar de algunos saltamontes. Me imaginé que aquél paisaje era el que veía todos los días al levantarse la madre de mi amigo, inmutable, con una hermosura que me dejaba sin palabras y sin respiración.




    He tardado muchos años en darme cuenta de que esta tierra tiene una belleza indómita; he tardado en aceptar que precisamente este aislamiento es el que ha permitido conservar todos estos paisajes, aún por descubrir, pero que no te dejan nunca indiferente. 

    Parte del tejado aún se sostenía sobre las vigas de madera, pero el interior estaba intransitable. 

    Mucho más lejos, el cauce se alejaba tanto de río, que la presencia de éste sólo se adivinaba por los zarzales que había al pie de la colina. Llegamos al molino del abuelo Teodoro, un poco más humilde que el de su vecino, pero también bastante bien conservado. Descansamos allí de nuestras 5 horas andando (aunque a la vuelta cubrimos el mismo camino en hora y media, a buen ritmo). Habíamos ido despacito, fotografiando mucho y parando para observar la fauna y la flora, los paisajes, el río... 

    En el molino aún podían adivinarse las dos piedras bajo la fusca y las hierbas, pero no se podía entrar apenas. Todos los cascotes del tejado y montones de ripios llenaban la habitación.  
    Piedra de molino del abuelo Teodoro

    Aliviamos nuestros pies en el río fresquito y descansamos mientras veíamos una pelea entre dos cangrejos americanos (Procambarus clarkii). A pesar de que ésta es una especie exótica invasora, estos cangrejos han sido la salvación de las poblaciones de nutria y de limícolas y zancudas en España; todo el camino que habíamos seguido estaba lleno de sus excrementos y de restos de cangrejos secos y blanquecinos por el sol. 

    Mi amigo recordaba haber estado allí muy pequeño, de visita con sus padres. Se le veía muy contento y entusiasmado, al poder recobrar aquella ruta y aquellos recuerdos. Allí habían vivido sus abuelos y su madre, conocida en el pueblo como la Molinera, no hace tanto tiempo. 

    Entre aquellas encinas habían pasado parte de su vida, personas conocidas y queridas, personas reales, con rostros. No es un pasado tan pasado. Pero parece que hace siglos que ocurrió todo esto. Ahora el tiempo corre mucho más deprisa; la vida es ajetreada, no te da tiempo a ver lo que ocurre a tu alrededor, ni casi a comprenderlo. Pero la tranquilidad de aquellos tiempos se ha conservado en estos parajes, y podemos recuperarla emboscándonos, como dice Joaquín Araújo, disfrutarla en la soledad de esta belleza, visitando este Valle Largo.