En la Doñana Bird Fair 2016 conocía a Pablo Pereira, artista de naturaleza. Amigable, de palabra fácil, me pareció una de esas personas que debemos conocer al menos una vez en la vida. Con una cerveza en la mano a la sombra del sol torrencial de mayo en Doñana, charlamos sobre lo humano y lo divino, intentamos arreglar el mundo y nos deseamos suerte en nuestras carreras. Pero como fue una conversación muy interesante, he decidido trasladarla al blog para que vosotros también podáis conocer un poquito más a este amante del retrato vivo de naturaleza. También podéis visitar su página web www.pablopereira.es
¿Cómo empezaste en esto? ¿Has tenido alguna vivencia en especial que te haya llevado a dedicarte a la pintura de naturaleza?
Realmente mi comienzo como pintor de Naturaleza fue más bien casual. De siempre me había interesado el dibujo, y durante mi época escolar y universitaria, mis apuntes contenían más caricaturas de profesores y compañeros que información académica. Buena parte de esas caricaturas todavía las conservo. Para mí el dibujo era pura técnica, pero la pintura…eso era otra cosa, para eso hacía falta arte y siempre pensé que estaba fuera de mi alcance.
Años más tarde, y ya trabajando en Doñana propuse a la Dirección del Parque que se encargaran unos carteles sobre aves acuáticas para los observatorios del aviario de la Laguna del Acebuche. Para ilustrar lo que quería, hice un boceto con témperas escolares y lo presenté como modelo. Para mi sorpresa “aquello” gustó bastante y se me sugirió que hiciese yo los carteles. Me puse a ello y salvo aquel primer boceto infame (que destruí por pura vergüenza), hice la colección completa y tengo que reconocer que no quedaron mal. Desde entonces, no he dejado de pintar con más o menos intensidad hasta hoy que es mi principal actividad.
Es muy habitual que la gente que se dedica a la naturaleza además tenga otras habilidades, como la pintura. En tu caso, ¿qué fue primero, el campo o la pintura? ¿Te ha ayudado tu habilidad para pintar temas naturales durante tus estudios?
La verdad es que sí. En otros tiempos un biólogo tenía que ser casi por obligación un buen dibujante (Valverde se quejaba amargamente de que el dibujo hubiera desaparecido de la carrera de Ciencias Biológicas). Hoy día, la fotografía, en especial desde que entramos en la era de la fotografía digital, ha tomado el relevo como actividad artística asociada a la Naturaleza. También yo tuve mi época de fotógrafo de Naturaleza, aunque nunca se me dio del todo bien. Y como fui antes biólogo-naturalista que pintor, ha sido más bien al contrario. La observación científica, la experiencia acumulada y el trato directo con los animales han condicionado mucho mi manera de representarlos en mis obras.
A pesar de ser un tópico, me gustaría saber tu opinión. ¿El artista nace o se hace? ¿De dónde tomas tu inspiración?
No es ya que sea un tópico, es que es una buena pregunta de la que nadie sabe la respuesta exacta. Te contestaré a la gallega: Depende.
Unas veces nace y otras se hace. Conozco artistas que tienen una enorme facilidad para el dibujo y la pintura. Cogen un lápiz y con cuatro trazos te hacen un boceto perfecto sin dudar ni una sola vez. Y con el color, las luces y las sombras se manejan en los mismos términos. Yo soy de otro equipo. Ni tengo facilidad para el dibujo ni la tengo para la pintura. Lo que pasa es que soy muy insistente (o “pesao” si lo prefieres). Corrijo mucho en los bocetos y dibujos, corrijo una y otra vez porque tardo en conseguir lo que quiero. Y pintando es lo mismo; corrijo y corrijo hasta que de pronto lo veo y me digo ¡ya está! (y a veces me pregunto ¿eso lo he hecho yo?). Podríamos decir que los primeros nacen y los que son como yo, se hacen, aunque hasta los más espontáneos necesitan pulir su estilo a base de trabajo.
En cuanto a la inspiración, a lo largo de mi vida profesional en contacto directo con lo más granado de nuestra fauna, he vivido innumerables momentos, situaciones y anécdotas que han quedado grabadas en mi memoria de forma indeleble. Siempre que puedo trato de recuperar esos momentos plasmándolos en el papel tal como los recuerdo. Y trato de que el papel me trasmita la misma sensación de vida que me trasmitieron sus protagonistas en su momento.
¿Vives de la pintura o te dedicas a algo más? ¿Tienes implicación con la conservación de la biodiversidad?
Ya me gustaría a mí poder vivir de la pintura, y espero llegar a eso en algún momento, pero de momento no me queda más remedio que compaginarlo con nuevos proyectos como biólogo especialista en Conservación de la Biodiversidad. Esa ha sido de siempre mi vocación y mi principal actividad, pero los años no pasan en balde, cada vez me cuesta más moverme por el campo como cuando era joven y acaricio la idea de una jubilación relajada rodeado de pinceles y pinturas y recreando aquellas vivencias que me han hecho feliz durante tanto tiempo.
¿Cómo crees que tu obra influye en la conservación?
Aparte de la clásica respuesta sobre dar a conocer al público la belleza y la importancia de nuestra fauna, creo que en la medida de mis posibilidades, consigo trasmitir mi visión de los animales como algo vivo, con alma, con personalidad, no como parte del decorado sino como auténticos protagonistas. Por eso me centro en captar la particular mirada de cada especie, la que te trasmite vida, la que te permite conocer su esencia. Por eso cuando alguien me dice que alguna obra mía “parece una fotografía”, me molesta. Caramba, para parecer una fotografía, nada mejor que una fotografía auténtica, ¿no?. En cambio si me dicen que alguno de mis animales parece “estar vivo”, me produce una satisfacción difícil de describir.
¿Qué es lo que te gusta más pintar, lo que te da más satisfacción? ¿Tienes otros temas además de la fauna?
Sin ninguna duda las anátidas, los patos, los gansos y los cisnes. Soy, digamos, un pintor “patero”. Me enorgullezco de conocerlos muy bien, y trato de esmerarme en captar la expresión característica de cada una de las especies. En cuanto a otros temas, en su día hice algo de retrato e incluso algo de paisaje, pero ninguno llegó a llenarme del todo. Como retratista no soy malo, pero no me siento cómodo y creo que mis retratos carecen de calor. Y como paisajista soy un desastre, probablemente porque pintar paisajes me aburre soberanamente. Por eso en mis retratos de fauna evito hacer fondos porque una obra en la que el animal te ha mantenido la adrenalina en niveles elevados se puede ir al traste con un paisaje hecho con desgana. No hace mucho hice unas ilustraciones de setas para la Junta de Andalucía, y aunque el resultado final me pareció más que satisfactorio el proceso de ilustración me resultó muy duro. Analizando esta circunstancia, llegué a la conclusión de que el “problema” de las setas es que no tiene ojos, que no te miran, que no parecen estar “vivas”
¿Hay algo que te quede pendiente por pintar, algo que tengas muchas ganas o que aún no se te haya terciado la oportunidad?
Alguna especie que me apetezca especialmente… no. Creo que hasta ahora he pintado todo lo que me ha apetecido. En cuanto a proyectos, sí, estoy empeñado en hacer un buen libro de las anátidas de España, basado en mis láminas de la serie “salvajina” y con textos completos y rigurosos pero todo lo amenos que sea capaz de conseguir. Me queda todavía mucho trabajo tanto de pintura como de redacción y tengo la sensación de que es lo más importante que tengo entre manos ahora mismo.
De toda tu obra, ¿cuál ha sido la más difícil? ¿Has tenido disgustos?
Sin lugar a dudas, las dos o tres veces que he pintado linces. No hay animal más difícil de retratar que el Lince Ibérico. Tras trabajar muchos años en estrecho contacto con ellos creo que les terminé cogiendo el aire, pero aún así la distancia entre un buen dibujo de Lince y un garabato es mínima.
Disgustos, pocos, pero como en todas las actividades. Un día te lanzas a hacer algo que te apetece e incluso que llevas tiempo preparando, y resulta que …ése no es el día adecuado. Estás torpe y la fastidias desde el primer momento. Para cuando quieres parar ya no tiene arreglo. Eso sí, en pintura, cada vez que me ha sucedido esto, ha sido como si de pronto algo se rompiera entre la idea y la voluntad. Rompo el papel, suelto algunos tacos, desecho la idea y nunca más vuelvo a ella. Nunca he repetido una obra fallida.
¿Podrías contarnos alguna anécdota que haya surgido a raíz de tu obra?
Bueno, es algo más que una anécdota. La primera vez que pinté una cabeza de Lince, basándome en una fotografía, me dí cuenta de que las manchas no estaban situadas al azar, sino que formaban un diseño característico. Comparándolas con las de otros linces y con otras fotografías, comprobé que cada animal poseía un diseño exclusivo que permitía identificarle como si se tratara de una huella dactilar. No era una novedad; otros investigadores ya habían apreciado este detalle y lo usaban para la identificación individual de felinos manchados o rayados, pero por una u otra causa, a los que trabajábamos con Lince ibérico no se nos había ocurrido. A partir de ahí, desarrollar un sistema de fototrampeo (en aquella época sólo es FAPAS usaba esta técnica), que permitiera hacer un seguimiento individualizado y no invasivo de la población de Linces de Doñana fue sólo cuestión de tiempo y de trabajo, compartido con mi gran amigo, excelente guarda y naturalista Paco Robles. A día de hoy la fotoidentificación individual sigue siendo la técnica que más y mejor información proporciona sobre los linces españoles sin tocarles un solo pelo.
¿Qué consejos les darías a los jóvenes naturalistas que están comenzando?
Me parecería pretencioso por mi parte dar consejos a los naturalistas noveles, como si fuera el abuelo Cebolleta, o como si yo mismo no los necesitara. Así que creo que repetiré uno que me dieron a mí cuando estudiaba Ciencias Biológicas y que siempre he tenido presente desde entonces: “…Estudien, lean, aprendan, pero tengan siempre muy presente que los animales no saben Zoología”. (Salvador Peris Torres). Y el que tenga oídos que escuche.
Y para conocerte un poco mejor, ¿qué tres cosas te llevarías a una isla desierta?
Te diría que me llevaría a Celia, mi mujer, y que no necesito las otras dos, pero creo que el clasificarla como “cosa” no le iba a hacer demasiada gracia, así que… elijo un libro digital con miles de títulos, un cargador para su batería con panel solar, y un enoooorme barril de coñac francés. El resto de las cosas más o menos necesarias, ya me las ingeniaría para fabricarlas.
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