Hoy, como ha amanecido un día precioso, nos hemos bajado a la playa. Queríamos ir al Complejo Balnear de la Barreirinha, pero estaba cerrado porque el mar estaba muy picado por allí. El día anterior habíamos estado desde el mirador viendo como las olas se levantaban hasta cuatro metros cuando se estrellaban con las terrazas del solarium.
Detrás de mi, el forte de São Tiago, la cúpula de la Iglesia del Socorro y las casitas de Funchal que trepan por el monte. |
Desde la playa se podían ver las impresionantes moles de los cruceros que habían aparcado en el puerto esa mañana |
No se ve bien, pero es el Rainbow, de Greenpeace. Estaba amarrado frente a la costa de Funchal,
y cuando lo vimos, Estefa y yo corrimos como grupis hacia el final del malecón para hacerle una foto.
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Después de la playa nos fuimos a la zona velha de Funchal a comer. En la calle Santa María, famosa por sus originales puertas pintadas, encontramos un restaurante que pudo hacerme una comida apta.
Espetada de solomillo de ternera con ensalada de lombarda, pepino, aguacate y piña. |
La espetada es la marea típica de Madeira de preparar la carne y el pescado. El cocinero, que hablaba español, salió para preguntarme lo que me podía ofrecer y encontró todo esto para poner de acompañamiento.
Esto de tener un horario de trabajo está muy bien. Cuando sales, el trabajo se queda en la oficina, o en el campo, y tienes toda la tarde y el fin de semana para relajarte. Nunca había tenido un horario de trabajo que se pudiera respetar realmente. Cuando trabajaba en las academias, tenia que emplear el resto del día en buscar materiales, preparar ejercicios y exámenes o corregirlos, repasar contenidos.... y en Paraguay, trabajaba a tiempo completo y me quitaba de horas de sueño para que todo estuviera a punto.
¡Esto es vida!
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