miércoles, 16 de noviembre de 2016

Ruta de Isabel la Católica en el Geoparque Villuercas

Muy tempranito aparco en Cañamero para encontrarme con Ana y María, quienes me acompañarán para guiar esta ruta interpretada de senderismo. 

La primera parada la hicimos en la Cueva Chiquita, uno de los numerosos aguardos que el hombre del Calcolítico tenía en la zona; nos desviamos hacia la piscina natural de la Nutria (Cañamero), para ver las pinturas rupestres que se conservan en este aguardo. 

Visitando las pinturas rupestres de la Cueva Chiquita,
junto a la piscina natural de Cañamero

Descanso en la Cruz de Andrade
Luego cruzamos el río Ruecas sobre la represa que se cierra en invierno para formar la piscina natural, subimos por el desfiladero del Ruecas, un importante geositio del Geoparque Villuercas, lleno de icnofósiles (en casi cada escalón de piedra se podían apreciar crucianas) y bordeamos el embalse del Cancho del Fresno bajo unos pinares que apenas se agitaban en el día caluroso. Después de un kilómetro o así, nos desviamos para subir hacia la Cruz de Andrade, junto a la cual tuve la suerte de encontrar restos de la presencia de nutrias, a pesar de estar ya a una considerable altura y distancia desde el embalse. Allí nos hicimos los selfies casi obligatorios mientras tomábamos aliento antes de la subidita que nos quedaba hasta el Melonar del Fraile

El calor apretaba; parecía mentira que el fin de semana anterior había hecho el primer frío de este otoño, pues ahora estábamos cerca de los 30  grados. La cuesta se iba empinando cada vez más y empezaron a aparecer árboles de nuevo; esta vez eran encinas y luego, a más altura, algunos robles. Me quedé atrás para acompañar a un par de chicas que estaban algo mareadas, pero llegaron sin problemas hasta el Melonar del Fraile, donde nos esperaba a la sombra el grueso del grupo. Algunos hicieron al broma de "Pues yo no veo ningún melonar" o "¿Aquí se plantaban los melones?" pero nadie se preguntó por el origen del fraile. 
Vistas desde el Melonar de los Frailes

En la comarca, a los canchales o pedrizas que se derrumban ladera abajo, fruto de probables minerías neolíticas en muchos casos, se los llama melonares sarcásticamente, de ahí el nombre de este alto desde el que se domina el desfiladero del río Ruecas. 

Descanso en el melonar
Tras el pequeño descanso, continuamos la subida hasta que alcanzamos el castañar donde está el Castaño del Abuelo, el punto más alto de la ruta a 980 msnm. Unamuno dijo cuando visitó la zona que Subimos a Mirabel, dependencia del monasterio, y bajamos de allí por medio de uno de los más espesos y frondosos bosques que en mi vida he gozado. Jamás vi castaños más gigantescos y más tupidos". Este castaño ya fue citado en el año 1353 como hito de demarcación de Guadalupe, por lo que se le calculan más de mil años. A pesar de que hace un par de años le prendieron fuego, el Castaño del Abuelo sigue vivo con sus 12 m de diámetro medidos a la altura del pecho. 

Rodeamos la valla cinegética que rodea este castañar y nos sentamos a los pies del venerable anciano para comer. Muchos aprovecharon para recoger un buen puñado de castañas que asarán como se hace tradicionalmente en otoño. La castaña es uno de los frutos secos más nutritivos, con un alto porcentaje de hidratos de carbono, y muy bajo en grasas, a diferencia de otros, por lo que es tradicionalmente muy utilizado en las regiones de montaña donde crecen desde que los romanos probablemente los trajeron. 

Después de la comida y el pequeño descanso, continuamos la marcha, ya casi todo bajada, por los bosques de castaños hacia Guadalupe. 

Descenso tras la comida hacia Guadalupe

Tras la última fase de esta ruta, en la que nos detuvimos brevemente en la ermita de Santa catalina, uno de los puntos más importantes en esta vía de peregrinación a Guadalupe, llegamos al pueblo cinco horas más tarde. Habíamos recorrido 15 kilómetros en ruta lineal, menos mal que el bus nos esperaba allí para llevarnos de vuelta. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario